|   Revista Ciencias de
  la Actividad Física UCM. N° 20(1) enero-junio 2019, ISSN:0719-4013
 
 Análisis de la relación entre salud, ejercicio
  físico y condición física en escolares y adolescentes
 
 Analysis of the relationship between health, physical exercise and physical
  fitness in schoolschildren and adolescents
 
 * Dr. Andrés Rosa-Guillamón
 
 
  
 Rosa-Guillamón, A. (2018). Análisis de la relación entre salud, ejercicio
  físico y condición física en escolares y adolescentes. Revista Ciencias de
  la Actividad Física UCM, N° 20 (1) enero-junio, 1-15. DOI: http://doi.org/10.29035/rcaf.20.1.1 
  
 
 RESUMEN
 
 La evidencia científica disponible confirma que los sujetos con patrones de
  actividad física habitual tienen menos probabilidad de desarrollar problemas
  de salud. La condición física es un indicador biológico del estado general de
  salud. La relación entre actividad física y condición física en sujetos
  jóvenes muestra resultados contradictorios. La metodología de esta revisión
  bibliográfica se basó en la búsqueda, el análisis y la interpretación de la
  literatura científica disponible sobre la relación entre la salud, el
  ejercicio físico y la condición física. Los objetivos fueron: 1) examinar los
  principales indicadores de la condición física en sujetos jóvenes; 2)
  fundamentar teóricamente la importancia de la condición física y la actividad
  física para la salud; 3) sintetizar los criterios de prescripción de
  ejercicio físico para la salud; 4) clarificar la relación entre AF y CF en
  sujetos jóvenes. Los resultados mostraron que la capacidad aeróbica, la
  fuerza y la adiposidad son los principales indicadores de condición
  física-salud. Los criterios actuales de prescripción del ejercicio físico son
  efectivos. En conclusión, aunque no exista consenso sobre la relación entre
  ejercicio físico y condición física en jóvenes, es innegable la necesidad de
  realizar actividad física de manera sistemática para tener una buena salud.
 
 PALABRAS CLAVE
 
 Salud, ejercicio físico, condición física, niños, adolescentes.
 
 
 ABSTRACT
 
 The available scientific evidence confirms that people with habitual physical
  activity patterns are less likely to develop health problems. The physical
  fitness is a biomarker of overall health status. The relationship between
  physical activity and physical fitness in young people shows contradictory
  results. The methodology of this bibliographic review was based on the
  search, analysis and interpretation of available scientific literature on the
  relationship between health, physical exercise and physical condition. The
  aims were: 1) to examine the main indicators of physical fitness in young
  people; 2) to base theoretically the importance of physical fitness and
  physical activity for health; 3) synthesize the criteria of prescription of
  physical exercise for health; 4) clarify the relationship between physical
  activity and physical fitness in young people. The results showed that aerobic
  capacity, strength and adiposity are the main indicators of physical
  fitness-health. The current prescription criteria for physical exercise are
  effective. In conclusion, although there’s no consensus on the relationship
  between physical exercise and physical fitness in young people, is undeniable
  the need to do regular physical activity to have good health.
 
 Key words
 
 Health, physical exercise, physical fitness, schoolchildren, adolescents.
 
 
 
 * Investigador asociado al Departamento de Expresión Plástica, Musical y
  Dinámica de la Universidad de Murcia. Maestro de Educación Física en el CEIP
  Miguel Medina de Archena (Murcia, España).
 
 
 
 
  
 
 1.    INTRODUCCIÓN Y PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
 
 La evidencia científica disponible confirma que los sujetos con patrones de
  actividad física   (AF) habitual tienen menos 
  probabilidad  de  desarrollar  problemas  de 
  salud;  asimismo,  se ha evidenciado una relación inversa entre el
  estado de condición física (CF) y el riesgo de morbimortalidad, mostrándose
  como un indicador biológico de la salud más fiable que la AF (Blair, 2009).
 
 En sujetos jóvenes, estudios transversales (García-Artero y cols., 2007)
  y prospectivos (Twisk, Kemper y
  Van Mechelen, 2002) confirman que no es suficiente con incrementar la AF,
  puesto que el riesgo cardiovascular futuro está más influenciado por el nivel
  de CF que por la cantidad de AF que se realiza. Esta afirmación precisa ser
  matizada ya que no es conveniente analizar esta relación sin tener en cuenta
  el papel de diversos factores de confusión, como la adiposidad, los
  determinantes genéticos y los condicionantes socioculturales (Ortega, Ruiz, Hurtig-Wennlöf &
  Sjöström, 2008b).
 
 En un estudio de intervención se observó que solamente la AF de moderada a
  vigorosa intensidad tenía efectos sobre la condición cardiovascular y la
  adiposidad (Gutin y cols., 2002).
  Los resultados de un trabajo transversal mostraron que aunque la AF intensa
  así como el total de AF acumulado tenían una influencia sobre la condición
  cardiovascular, solamente la AF intensa actuaba como determinante en el grado
  de adiposidad (Ruiz y
  cols., 2006).
 
 Si observamos los patrones de AF habitual en sujetos jóvenes, dado que tanto
  el estado de CF como la adiposidad tienen un marcado componente genético, es
  menos probable que un individuo que hereda una predisposición a baja CF o a
  un estado de obesidad se involucre en cualquier tipo de AF de moderada a
  vigorosa intensidad (Martínez-Vizcaíno
  & Sánchez-López, 2008). Teniendo en cuenta esto, la relación entre la
  capacidad aeróbica (CA) y el riesgo cardiovascular futuro podría estar
  mediatizada también por la herencia genética. Se ha demostrado por un lado,
  una relación directa de la CA con los polimorfismos de la enzima de
  conversión de angiotensina (Boraita,
  De La Rosa, Heras, De La Torre, Canda & Rabadán, 2010); y, por otro
  lado, una asociación entre un estatus de infrapeso al nacimiento (en parte
  genéticamente determinado) con una CA baja en edades tempranas (Castro-Piñero y cols., 2011).
 
 Además, se ha puesto en duda la direccionalidad de la asociación entre la AF
  y el grado de CF. Investigadores del Amsterdam Growth and Health Longitudinal
  Study, tras 23 años de seguimiento concluyeron que los patrones de AF
  habitual durante la adolescencia mantenían una relación poco consistente con
  la CA, mostrándose dudas en la dirección de esta relación, y que la AF en la
  adolescencia no se asociaba con la CA en la adultez, señalando que los
  factores genéticos podrían ser más determinantes que los ambientales en la
  relación entre AF y CA (Kemper
  & Koppes, 2006). Por otro lado, la diferente intensidad en la
  significación encontrada entre AF y CF en función del sexo ha sido
  relacionada con diferencias de tipo sociocultural (Ortega y cols., 2008b), no habiéndose
  demostrado de manera empírica.
 
 A partir de los datos de estos estudios, surgen hipótesis acerca del papel
  del género, la influencia genética y otros determinantes medioambientales en
  la relación entre los patrones de AF habitual, el estado de CF y la
  adiposidad (Martínez-Vizcaíno
  & Sánchez-López, 2008).
 
 En base a esto, en este trabajo se plantean los siguientes objetivos: 1)
  examinar los principales indicadores de la CF en sujetos jóvenes; 2)
  fundamentar teóricamente la importancia de la CF y la AF para la salud; 3)
  sintetizar los criterios de prescripción de ejercicio físico para la salud;
  4) clarificar la relación entre AF y CF en sujetos jóvenes.
 
 
 2.    DESARROLLO
 
 La capacidad aeróbica y su influencia sobre la salud relacionada con la
  condición física
 
 La CA constituye uno de los principales exponentes del estado de CF. 
  Refiere a la facultad de  un individuo para soportar un esfuerzo físico
  de manera prolongada (Jiménez-Moral,
  Zagalaz, Molero, Pulido-Martos & Ruiz, 2013), siendo el consumo
  máximo de oxígeno (VO2 máx.) el parámetro fisiológico que mejor la define en
  términos de CF cardiovascular (Castillo-Garzón,
  2007). La CA es un potente biomarcador del estado general de salud,
  especialmente de las funciones cardiovascular, metabólica y respiratoria (Kodama, Saito, Tanaka, Maki,
  Yachi, Asumi & Sone, 2009), así como un relevante indicador de
  calidad de vida (Gálvez y
  cols., 2015).
 
 La evidencia científica procedente de estudios prospectivos ha demostrado
  que, en adultos,   la CA es el predictor más relevante de
  morbilidad y mortalidad por enfermedad cardiovascular (LaMonte, Barlow, Jurca,
  Kampert, Church & Blair, 2005). En los últimos años, se ha observado
  una alta correlación entre la CA y diversos parámetros de salud en sujetos
  jóvenes como el   nivel de adiposidad, el perfil lipídico, la resistencia
  a la insulina, parámetros relacionados con el síndrome metabólico y la
  resistencia arterial (Ruiz y
  cols., 2007).
 
 Se ha descrito la relevancia de la CA como indicador de riesgo cardiovascular
  por encima     de otros factores consolidados como la
  dislipidemia, la hipertensión y la obesidad (Kodama y cols., 2009; Ortega, Ruiz & Castillo,
  2013). Aunque gran parte de las manifestaciones clínicas   de
  las enfermedades crónicas, cardio-respiratorias y cerebro-vasculares se
  producen durante    la adultez, la evidencia científica
  disponible señala que su origen patogénico se encuentra en edades tempranas (Ortega y cols., 2005). En este
  sentido, se ha observado que un nivel bajo de CA (VO2 máx. < percentil 20)
  en jóvenes se asocia con un riesgo de 3-6 veces superior a desarrollar
  hiperpertensión, síndrome metabólico o diabetes en la adultez que sus
  semejantes con niveles altos de CA (VO2 máx. < percentil 60) (Carnethon, Gidding, Nehgme,
  Sidney, Jacobs & Liu, 2003).
 
 La evaluación de la CA en escolares y adolescentes es, por tanto, de gran
  interés a nivel clínico y de salud pública, especialmente orientada a la
  mejora de la función cardiovascular (Gálvez y cols., 2015; Rosa, García-Cantó,
  Pérez-Soto & Rodríguez, 2015; Secchi, García, España-Romero
  & Castro Piñero, 2014).  Para  ello,  es  necesario 
  un  instrumento  que  cumpla  los requisitos de
  fiabilidad, validez y viabilidad. El VO2 máx. ha sido relacionado de manera
  directa con el rendimiento deportivo y el estado de salud relacionada con la
  CF (McLaughlin, Howley,
  Bassett, Thompson & Fitzhugh, 2010). Desafortunadamente, la
  evaluación del VO2 máx. tanto en el laboratorio como en población general
  requiere de la utilización de analizadores de gases que limitan la evaluación
  por su elevado coste, la duración y los requisitos técnicos para llevarlo a
  cabo (García & Secchi,
  2014). Los test de campo representan una alternativa práctica y viable en
  estudios epidemiológicos. El test de Course-Navette permite evaluar
  simultáneamente a un gran número de personas en un espacio reducido, la
  validez y la fiabilidad demostrada en personas de 8 a 47 años, su seguridad y
  viabilidad (García &
  Secchi, 2014).
 
 La fuerza muscular y su influencia sobre la salud relacionada con la
  condición física
 
 Durante los últimos años, ha cobrado especial interés el análisis del papel
  de la fuerza muscular (FM) en la realización de ejercicio físico y otras
  actividades de la vida cotidiana, así como en la prevención de enfermedades (Wolfe, 2006).
 
 La FM constituye otro importante exponente del estado de CF (Rosa-Guillamón & García-
  Cantó, 2017), y representa una medida directa del estado general de salud
  biológica, especialmente de los sistemas osteo-articular, cardio-vascular y
  metabólico (Castillo-Garzón, 2007;
  García- Artero y cols.,
  2007).
 
 La FM disminuye con la edad, aunque también puede mejorar su nivel mediante
  ejercicio físico y entrenamiento, retrasando el proceso de deterioro
  osteo-articular y muscular (Kraemer
  y cols., 2002).
 
 Investigaciones de corte transversal han descrito que la FM se relaciona de
  manera inversa con distintos parámetros asociados con el  síndrome 
  metabólico  (glucosa,  lipoproteínas  de alta densidad,
  tensión arterial, triglicéridos, y perímetro de cintura) (Jurca, Lamonte, Barlow,
  Kampert, Church & Blair, 2005), así como con proteínas de inflamación
  aguda (Schaap, Pluijm, Deeg
  & Visser, 2006). Estudios prospectivos han constatado que aquellos
  varones que tenían niveles superiores de FM presentaban menor prevalencia de
  síndrome metabólico (Jurca y
  cols., 2005).
 
 Por tanto, desarrollar y valorar el nivel de FM es una necesidad médica para
  mejorar el bienestar de la población y la salud pública (Castillo-Garzón, 2007). La fuerza
  de prensión manual y la potencia de salto horizontal son dos indicadores de
  valoración del nivel de FM y han sido utilizados en investigaciones
  internacionales (Jurca y
  cols., 2005). La fuerza de prensión manual es un relevante predictor de
  calidad de vida (Ruiz-Ruiz,
  Mesa, Gutiérrez & Castillo, 2002). Se ha observado que el test de
  dinamometría manual es un adecuado instrumento relacionado con la longevidad
  y la mortalidad (Jurca y
  cols., 2005). La valoración de la potencia del tren inferior es, también,
  un marcador fiable del estado biológico de salud.
 
 Se ha constatado en pacientes con afección cardiaca que la FM de las
  extremidades inferiores se encuentra asociada positiva y directamente con la
  morbimortalidad, incluso por encima de otros parámetros fisiológicos bien
  establecidos como el VO2 máx. (Castillo-Garzón,
  2007). Con respecto a sujetos jóvenes, investigaciones de corte
  transversal han demostrado la asociación entre diversos factores de riesgo
  cardiovascular y el nivel de FM, tanto en el tren superior como en el
  inferior (Ortega y cols.,
  2004).
 
 La importancia de la FM como indicador biológico de salud y su asociación con
  otros parámetros biológicos es por tanto una evidencia científica (Castro-Piñero y cols., 2009).
 
 Otros indicadores de la salud relacionada con el estado de condición
  física
 
 Otros indicadores que determinan el estado de CF son la coordinación
  óculo-manual y óculo-pédica, el equilibrio estático y dinámico, la
  flexibilidad, el tiempo de reacción simple y discriminativo, y la composición
  corporal (Ruiz, 2007).
 
 Algunos estudios demuestran el deterioro funcional que se produce en estas
  cualidades con el transcurrir de los años. Esto ayuda a comprender el papel
  que ejercen los procesos asociados al envejecimiento y el estado concreto de
  cada una de ellas por periodo evolutivo y sexo, aportando las bases
  científicas necesarias para una adecuada planificación del entrenamiento (Castillo- Garzón, 2007). Personas
  sanas han demostrado carencias significativas en distintos test de CF ya
  desde edades tempranas, lo cual se ha visto que tiene importantes
  consecuencias en edades posteriores (Ruiz y cols., 2006; Ruiz, 2007).
 
 La condición física es fundamental para la salud desde edades tempranas
 
 Conocer la relación entre la CF y los factores de riesgo de enfermedad
  cardiovascular en sujetos jóvenes es, en esencia, la explicación que sostiene
  el incremento experimentado durante los últimos 15 años en la producción
  científica sobre esta temática (Ortega, Ruiz & Castillo,
  2013; Ruiz, 2007).
 
 Numerosos trabajos demuestran que el estado de CF constituye un excelente
  predictor, quizás el mejor, de la expectativa de vida y, lo que es más
  importante, de la calidad de vida desde la infancia (Castillo-Garzón, 2007; Gálvez y cols., 2015; Gulati y cols., 2003; Laukkanen y cols., 2001).
 
 Estudios epidemiológicos y prospectivos que han medido con rigor los
  parámetros de CF  han mostrado una relación inversa entre el estado de
  CF y el índice de morbi-mortalidad de la población. Se ha observado que esta
  asociación es mucho más potente cuando se relaciona el nivel de CF con el
  riesgo potencial de padecer patologías cardiovasculares, tanto en personas
  sanas como en enfermos con patología cardiovascular subyacente (Myers, Prakash, Froelicher, Do,
  Partington & Atwood, 2002).
 
 La mejora de algunos indicadores de la CF a partir del ejercicio físico no
  solo afecta positivamente a la salud física, sino también a la salud mental y
  calidad de vida (Colcombe y
  cols., 2003). Algunos estudios han demostrado que los patrones de AF
  habitual y el grado de CF que posee un sujeto contribuyen a mejorar el
  autoconcepto, la autoestima, la depresión, la ansiedad y los trastornos del
  pánico (Babyak y cols., 2000;
  Gálvez y cols., 2015; Jiménez-Moral y cols., 2013;
  Rodríguez-García, P.L.,
  Gálvez, A., García-Cantó, E., Pérez-Soto, J.J., Rosa, Tárraga, L. &
  Tárraga, P.J. (2015); Rodríguez-García
  y cols., 2014). Incluso se ha constatado la eficacia del ejercicio físico
  tras 16 semanas como tratamiento coadyugante antidepresivo sin poseer los
  efectos secundarios de la administración de fármacos (Babyak y cols., 2000).
 
 Si se considera que mantener un buen estado de CF se ha convertido en una
  necesidad fisiológica y evaluar la CF una necesidad de salud pública (Ardoy y cols., 2010), se
  hace necesario un instrumento que cumpla los requisitos de fiabilidad,
  validez y viabilidad. Además, debe motivar especialmente a sujetos en edad
  escolar y adolescente para conocer su estado de salud, promover la AF
  extraescolar, identificar factores de riesgo y diseñar programas de educación
  física (Secchi y cols., 2014).
  Una batería adecuada es la ALPHA-Fitness (Ruiz y cols., 2011), la
  cual ha sido administrada satisfactoriamente por docentes de educación física
  en recientes estudios (Gálvez
  y cols., 2015; Rodríguez-García
  y cols., 2015; Rodríguez-García
  y cols., 2014; Rosa,
  García-Cantó & Pérez-Soto, 2017; Rosa y cols., 2015).
 
 Efectos de la realización habitual de ejercicio físico sobre la salud
 
 La realización de ejercicio físico es una de las mejores estrategias
  actualmente disponibles     para favorecer el bienestar y
  la calidad de vida de las personas (U.S. Department of Health and
  Health Services, 2000). Concretamente, la AF sistemática contribuye a
  mantener e incluso mejorar distintas funciones orgánicas como la
  músculo-esquelética, la osteo-articular, la cardio-circulatoria,
  respiratoria, la endocrino-metabólica, la inmunológica y la psico-neurológica
  (Castillo-Garzón, 2007). Pero
  los efectos son también de carácter indirecto ya que la realización de
  ejercicio físico de manera habitual favorece, en general, la capacidad
  funcional del individuo mostrándose como sinónimo de un buen estado general
  de salud, mejor respuesta adaptativa y mayor resistencia ante la morbilidad y
  la enfermedad.
 
 La evidencia científica disponible indica que la AF regular reduce el riesgo
  de desarrollar o incluso morir de lo que actualmente se consideran son los
  principales y más graves determinantes de morbi-mortalidad en los países del
  primer mundo (Ortega y
  cols., 2013). Independientemente del perfil del individuo, ya sea un
  atleta o una persona normal, el cumplimiento de un programa de entrenamiento
  favorece la mejora de la capacidad funcional global del organismo (Castillo- Garzón, 2007). Cuando
  una persona se somete a un programa de entrenamiento las sesiones  
  de práctica tienen que estar perfectamente adaptadas a las características y
  necesidades del individuo, se deben considerar períodos de regeneración y se
  deben aplicar en el momento adecuado del período de adaptación al esfuerzo o
  también conocido como súper-compensación. El efecto perseguido depende, por
  tanto, del respeto a los principios básicos del entrenamiento, ya que si el
  estímulo que representan las sesiones de práctica no se aplica adecuadamente,
  en el momento adecuado y respetando los periodos de descanso y adaptación, el
  efecto producido puede ser incluso el contrario al pretendido, es decir, una
  evidente pérdida de capacidad funcional (Castillo-Garzón, 2007). Algunos
  trabajos indican que la AF adecuada es capaz de ejercer una serie de efectos
  positivos, independientemente de la edad, estado de salud y CF que la persona
  posea (Ortega y cols., 2013).
 
 Durante las últimas décadas, la prescripción de ejercicio físico no solo es
  habitual en la prevención primaria y secundaria de diversas patologías sino
  también como parte de una estrategia terapéutica global. Es, por eso, que las
  principales instituciones  de  salud  de  los países
  desarrollados han diseñado programas de fomento de la AF y educación en el
  fitness y alimentación entre los ciudadanos (NASPE,
  2004; Schmitt, 2007; U.S. Department of Health and
  Health Services, 2000). Una de las más importantes y que ha sido
  utilizada como ejemplo para otras es la planteada por el Departamento de
  Salud Norteamericano planteando la AF como uno de los más relevantes
  indicadores de salud, incluso por delante de la prevención de la obesidad, el
  tabaco, la inmunización o la asistencia sanitaria (U.S. Department of Health and
  Health Services, 2000).
 
 A pesar de los beneficios bien establecidos del ejercicio físico, el estilo
  de vida de la mayoría de las personas, tanto escolares como jóvenes, es poco
  activo o sedentario (Myers,
  Atwood & Froelicher,  2003). Este problema se acentúa en la edad
  adulta, y es especialmente llamativo en la mujer (Ortega y cols., 2005; Ortega y cols., 2008b). Esto tiene
  importantes costes negativos no solo a nivel personal sino también para la
  salud pública dada la sobrecarga y el coste económico y social que determinan
  las enfermedades ligadas con el sedentarismo y sus consecuencias (Babyak y cols., 2000; Kodama y cols., 2009; Tomkinson & Olds, 2007).
 
 No obstante, algunos autores han planteado ciertas dudas sobre los procesos
  que intervienen en la relación entre la AF y el grado de CF (García-Artero y cols, 2007;
  Martínez-Vizcaíno &
  Sánchez-López, 2008). Se ha descrito que la AF es una conducta y la CF,
  un estado; además de por factores genéticos, el nivel de CF se encuentra
  influenciado por determinantes de tipo personal y social. Como por el momento
  no se puede influir en factores de tipo genético, la prioridad de 
  cualquier  intervención  debe  centrarse  en 
  modificar  aquellas  condiciones 
  individuales    y sociales necesarias para la AF. Se ha
  observado que el grado de CF de un individuo puede mejorar,
  independientemente de la edad, mediante la aplicación de programas de
  intervención adecuados, pero para ello es importante conocer el estado del
  que parte y en qué elementos se necesita más atención (Castillo-Garzón, 2007). Es, por
  esto, importante actuar sobre tres aspectos fundamentales: a) realizar una
  evaluación inicial; b) registrar los datos; y, c) comparar los resultados con
  valores de referencia adaptados a la edad y sexo (Ortega, Ruiz & Castillo,
  2013).
 
 Criterios para la prescripción del ejercicio físico para la salud
 
 El ejercicio físico que se prescribe pretende, por un lado, la promoción del
  bienestar de la persona y, de otro lado, utilizar los conocimientos
  científicos que aportan la fisiología del ejercicio y del entrenamiento
  deportivo para potenciar los efectos positivos de los distintos tipos de
  ejercicio sobre las diversas funcionalidades orgánicas, y de manera concreta
  sus efectos adaptativos endocrino-metabólicos (Castillo-Garzón, 2007). De la
  misma forma, es necesario evitar o cuando menos minimizar las consecuencias
  negativas que el ejercicio físico puede tener cuando se sobrepasan,
  generalmente por desconocimiento, las capacidades fisiológicas del individuo.
  En estos niveles de actividad, la línea que separa los efectos positivos de
  los negativos (lesiones), hace imprescindible una prescripción
  individualizada y científicamente contrastada, seguida de un óptimo proceso
  de control y seguimiento por parte de profesionales que, conforme se vaya
  necesitando, realicen las adaptaciones pertinentes dentro de la situación
  médico-fisiológica en que se encuentre el individuo. La prescripción de
  ejercicio físico desde la perspectiva de la salud se basa en la intervención sobre
  una serie de elementos fundamentales: AF de carácter aeróbico, entrenamiento
  de FM, mejora de la flexibilidad y la movilidad articular, así como el
  desarrollo del equilibrio y coordinación (Ardoy y cols., 2010).
 
 La OMS (2010) con objeto de mejorar la función
  cardiorrespiratoria, la CF neuromuscular, la salud ósea y los biomarcadores
  cardiovasculares y metabólicos, recomienda que los sujetos de 5-17 años acumulen
  un mínimo de 60 minutos diarios de AF moderada (3 - 6 METs) o vigorosa (>
  6 METs). Sobrepasar la AF durante más de 60 minutos reporta beneficios
  adicionales para la salud. Esta AF diaria debería ser, en su mayor parte
  aeróbica, y convendría incorporar actividades vigorosas, en particular para
  fortalecer la capacidad músculo-esquelética, como mínimo tres veces a la
  semana.
 
 La iniciativa estadounidense Healthy People 2010 (U.S. Departmentof Health,
  2000), recomienda una AF moderada (≥ 30 min, ≥ 5 d/sem, ≥ 3 METS), y una
  AF vigorosa (≥ 20 minutos continuos, ≥ 3 d/sem, ≥ 6 METS). Estas
  recomendaciones han sido descritas como unas de las propuestas más apropiadas
  para sujetos de enseñanza primaria y han sido adoptadas por el Ministerio de
  Sanidad de España (Ministerio de
  Sanidad, 2006).
 
 Strong y cols., (2005)
  plantean la realización de AF aeróbica de moderada intensidad, de 30 a 60
  minutos de duración, tres o siete días/semana, ya que han constatado que se
  reduce la grasa visceral y total en niños y adolescentes con sobrepeso,
  aumenta el c-HDL y disminuyen los triglicéridos; además de trabajo muscular,
  dos o tres días/semana para la mejora de la potencia muscular.
 
 La Asociación Americana de Deporte y Educación Física (NASPE,
  2004) recomienda que los escolares de primaria acumulen diariamente de
  una a varias horas de AF apropiada para su edad, participando en varios
  periodos de AF de al menos 15 minutos, y evitando periodos extendidos de
  inactividad (dos o más horas).
 
 El Grupo EFFECTS-262 tras analizar diferentes niveles de AF en términos de
  duración e intensidad, concluyeron que al menos 60 minutos diarios de
  actividad moderada-vigorosa, parecen ser suficientes para evitar el exceso de
  grasa corporal (Martínez-Gómez
  y cols., 2010). Los resultados de este estudio mostraron, a su vez, que
  acumular un mínimo de 15 minutos al día de actividad física vigorosa produce
  beneficios adicionales para la prevención del sobrepeso u obesidad.
 
 Con respecto al estado de CF, Ortega
  y cols., (2005) mencionan los valores de CF del percentil 5 como posible
  nivel patológico o indicador de factores de riesgo cardiovascular. Silva, Aires, Mota, Oliveira &
  Ribeiro (2012) mostraron que el percentil 40, para el número de vueltas
  del test de Course-Navette, es el punto de corte más preciso para
  diagnosticar alto riesgo metabólico en jóvenes portugueses de 10-18 años.
  Algunos estudios han constatado que poseer un nivel de CA, expresada en VO2
  máx., mayor de 42 ml/kg/min para varones y 35-37 ml/kg/min para mujeres, se
  asocia con un menor riesgo metabólico y de sobrepeso-obesidad (Lobelo, Pate, Dowda, Liese &
  Ruiz, 2009).
 
 En este contexto, un estudio interesante es el realizado Ortega y cols., (2011). En
  este trabajo, realizado con escolares de 9 años con normo-peso se analizaron
  qué determinantes hacían     que los individuos
  aumentasen el porcentaje de grasa corporal seis años después. Se observó que
  independientemente del índice de masa corporal o el estado inicial de CF,
  aquellos que mejoraron su nivel de CA redujeron significativamente el riesgo
  de desarrollar sobrepeso u obesidad. En base a esta evidencia científica, se
  puede afirmar que el ejercicio físico, practicado de manera sistemática y
  bajo condiciones adecuadas, es una excelente estrategia de prevención del
  sobrepeso y obesidad infantil. Asimismo, podría ser un objetivo prioritario
  crear los contextos adecuados para brindar más oportunidades a la AF en
  escolares y adolescentes como programas extraescolares de AF
  lúdico-deportiva, programas extraescolares de mejora de la FM e higiene
  postural, apertura de vías para acceder a los colegios en bicicleta,
  instalación de equipos de gimnasia en parques recreativos, y otras; e
  intentar que en el medio donde el individuo joven vive, la AF sea un valor
  apreciado y, por tanto, concienciar a las familias, los educadores y el resto
  de los agentes sociales de que la promoción del ejercicio físico es una
  estrategia ideal para construir un futuro más saludable para los más jóvenes.
 
 En este mismo sentido, Ahrabi-Fard
  & Matvienko (2005) sugieren que las contribuciones específicas que
  los docentes de educación física deben abogar para conseguir un estilo de
  vida activo y saludable son: 1) favorecer en los escolares el desarrollo de
  competencias físicas, sociales y cognitivas asociadas a la AF y al deporte;
  2) desarrollar en el alumnado una cultura personal sobre la AF; 3) educarlos
  para que sean responsables del cuidado de su cuerpo; 4) concienciarlos de la
  necesidad de una vida físicamente activa; 5) planificar y organizar el uso de
  las instalaciones, diseñando recreos activos, y promocionando programas de
  práctica física antes y después del horario escolar; 6) evaluar y aportar
  informes sobre el progreso de los escolares; 7) convertirse en un defensor de
  los beneficios de la actividad física y una fuente pedagógica clave en la
  comunidad educativa; 8) concienciar a los padres de la necesidad de la AF y
  de una vida activa; 9) colaborar con las administraciones para fomentar la
  AF; 10) ser investigadores en la práctica docente; 11) formación docente
  permanente en materia de AF y salud.
 
 Evaluación del nivel de actividad física y del estado de condición
  física
 
 En el análisis de la relación entre AF y CF en escolares y adolescentes, es
  especialmente relevante la valoración de ambos parámetros. La evaluación de
  la AF que una persona desarrolla en condiciones naturales y reales es
  extremadamente difícil de realizar, especialmente en escolares y personas
  jóvenes. En la literatura científica se han descrito más de 30 métodos
  distintos para evaluar la AF, pudiéndose organizar en tres categorías: 1)
  métodos de referencia como la observación directa o el agua doblemente
  marcada, que ofrecen una medida muy precisa de la AF, pero son muy costosos y
  complicados por lo que resultan poco viables para ser usados en estudios
  poblacionales; 2) métodos subjetivos como entrevistas o cuestionarios, más
  usados en estudios poblacionales por su bajo coste, aunque se sabe que son
  poco precisos para evaluar el nivel AF en niños de primaria; 3) métodos
  objetivos como la monitorización de la frecuencia cardiaca o la
  acelerometría, que aportan información útil acerca de la duración, frecuencia
  e intensidad de la AF llevada a cabo por niños y adolescentes.
 
 Tal y como se ha sugerido anteriormente, los resultados de algunos trabajos
  que han empleado métodos de este tipo indican que la relación entre AF y CF
  no está bien establecida (Dencker
  y cols., 2006). Se ha descrito que en escolares y adolescentes la
  realización de AF se desarrolla de un modo poco predecible, intermitente y en
  períodos de corta duración, afirmando que es posible que su influencia sobre
  el grado de CF esté sobredimensionada (Martínez-Vizcaíno &
  Sánchez- López, 2008).
 
 Los datos procedentes del trabajo European Youth Heart Study (Ortega y cols., 2008b) sugieren que el
  nivel de AF se encuentra estrechamente relacionado con el estado de CF en
  adolescentes y personas jóvenes. En este estudio, se midió la frecuencia e
  intensidad de la AF mediante acelerómetros y la condición cardiovascular con
  una prueba de VO2 máx en cicloergómetro, concluyendo que los adolescentes
  considerados activos (dedican diariamente al menos 60 min de AF de moderada a
  intensa) tienen mayor probabilidad de poseer una mejor CF cardiovascular,
  independientemente de su estado de maduración sexual y grado de adiposidad.
  Esta evidencia se revela en un momento en el que se está produciendo un claro
  y progresivo aumento de la prevalencia de hábitos de estilo de vida
  sedentario con un notable descenso en los niveles de CF a nivel mundial (Ortega y cols., 2005; Ortega y cols., 2008a, 2008b; Tomkinson & Olds, 2007).
 
 En diversos estudios se han encontrado resultados contradictorios. Se ha
  argumentado que esto podría deberse a déficits en la metodología empleada,
  con dificultad de obtener mediciones válidas y precisas del nivel de AF y su
  influencia sobre distintos parámetros de la CF (Martínez-Vizcaíno &
  Sánchez-López, 2008). Esto hace que sea de gran importancia profundizar
  en el análisis de la relación entra la AF y la CF, y de éstas con la salud de
  escolares y adolescentes.
 
 Algunos investigadores apuntan que la AF se encuentra relacionada con la CF,
  mostrándose esta relación de tipo causal. Además, aquellos individuos que
  desarrollan distintos tipos de AF de alta intensidad (más de 6 METs) tienen
  una mayor probabilidad de poseer un mejor estado de CF (Ortega y cols., 2008b). Se ha
  observado que la AF diaria explica solamente un porcentaje relativamente
  pequeño de la CA concluyendo también que la relación observada entre AF y CF
  no es del todo consistente (Twisk,
  Kemper & Van Mechelen, 2002). Los motivos esgrimidos son diversos. Se
  ha reportado que las evaluaciones de AF y de CF difieren en gran medida en
  cuanto a su validez y fiabilidad (Ruiz
  & Ortega, 2009). Asimismo, se apunta que la AF de moderada-alta
  intensidad en escolares y adolescentes no es sistemática y que la relación
  entre CF y AF puede estar enmascarada, en cierta medida, por la
  heterogeneidad en la composición de las poblaciones de estudio (Malina & Katzmarzyk, 2006).
 
 Con respecto a la medición de la AF mediante cuestionarios en escolares y
  personas jóvenes las limitaciones observadas han sido bien establecidas (Rodríguez-García, Pérez-Soto,
  García- Cantó & Rosa, 2015). La utilización de acelerómetros es, sin
  duda, más objetiva, aunque no está exenta de limitaciones que cuestionan su
  validez y fiabilidad. Uno de los factores refiere a las dificultades de los
  acelerómetros para registrar desplazamientos verticales mínimos como el
  pedaleo, siendo una de las actividades que más practican los individuos
  jóvenes. Aunque la medición con acelerómetros es más objetiva, en los
  estudios que utilizan medidas de auto-reporte de la AF es requisito
  ineludible presentar la tasa de sin respuesta e incluso analizar si los que
  no responden difieren de forma significativa de los que sí lo hacen. En
  cambio, en las investigaciones con acelerómetros no se especifica la
  proporción de mediciones que se descartan por no reunir criterios de
  inclusión (por ejemplo, un mínimo de tres días con un con al menos diez horas
  de registro por día). Otro factor importante es el establecimiento en
  condiciones de laboratorio de puntos de corte para categorizar los niveles de
  AF, representando de manera poco ajustada las condiciones reales de la
  actividad de los más jóvenes (Martínez-Vizcaíno &
  Sánchez-López, 2008). En base a todo lo anterior, es fácil comprender la
  importancia de evaluar el estado de CF. Sin embargo, para que esa evaluación
  sea realmente de utilidad en el ámbito educativo y sanitario, ha de
  realizarse de forma aceptablemente sencilla y fiable.
 
 
 3.    CONCLUSIÓN
 
 De este trabajo se desprenden las siguientes conclusiones: 1) la CA, la FM y
  el grado de adiposidad se muestran como los principales indicadores del
  estado de CF en sujetos jóvenes; si pensamos en edades posteriores la
  capacidad funcional se muestra como el principal indicador de salud
  relacionada con la CF; 2) la CF es, quizás, el predictor más potente del
  estado de salud futuro; la AF es la mejor estrategia disponible actualmente;
  3) los siguientes parámetros de AF para sujetos jóvenes (e incluso adultos)
  parecen adecuados para preservar la salud y mejorar la calidad de vida:
  ejercicio aeróbico (15’ de alta intensidad/día o ≥ 60’ cinco veces/semana),
  muscular (dos o tres veces/semana, especialmente del tren inferior) y de
  amplitud de movimiento (movilidad articular y flexibilidad); 4) aunque no
  exista consenso sobre la relación entre AF y CF en sujetos jóvenes, es
  innegable la necesidad de realizar AF de manera sistemática para tener una
  buena salud, si bien es importante la individualización de la práctica.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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  Conflicto de intereses: ninguno declarado por el autor.
 Financiación: ninguna declarada por el autor.
 
 
 
 
 
  
 
 Dirección para correspondencia
 
  
 Andrés Rosa-GuillamónDoctor por la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia, Murcia,
  España.
 Investigador asociado al Departamento de Expresión Plástica, Musical y
  Dinámica de la Universidad de Murcia.
 Maestro de Educación Física en el CEIP Miguel Medina de Archena, Murcia,
  España.
 
 Contacto: andres.rosa@um.es
 
 Recibido: 20/10/2017
 Aceptado: 20/05/2018
 
 
 
 
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